martes, 29 de octubre de 2013

Ley Nº 12.205/35 redactada por Alfredo Palacios


OBLIGACION DE PROVEER ASIENTOS CON RESPALDO A CADA PERSONA EMPLEADA.


BUENOS AIRES, 23 de Septiembre de 1935
BOLETIN OFICIAL, 05 de Octubre de 1935

Vigentes

DECRETO REGLAMENTARIA Decreto Nacional 85.474/36
El Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina, reunidos en Congreso, etc.SANCIONAN CON FUERZA DE LEY
Artículo 1º) Todo local de trabajo en establecimientos industriales y comerciales de la Capital Federal, provincias y territorios nacionales, deberá estar provisto de asientos con respaldo en número suficiente para el uso de cada persona ocupada en los mismos
Artículo 2º) El personal de dichos establecimientos tendrá derecho a ocupar su asiento en los intervalos de descanso, así como durante el trabajo si la naturaleza del mismo no lo impide.
Artículo 3º) Los vehículos de transporte, ferroviarios, tranviarios, automotores, ascensores, etcétera, estarán igualmente provisto de asientos con respaldo para uso exclusivo del personal que en ellos presta servicio
Artículo 4º) En todos los locales comprendidos en la presente ley, se fijará en lugar visible un ejemplar de la misma y su correspondiente reglamentación, con la dirección de la autoridad encargada de su aplicación agregada al final de su texto.
Penalidades
Artículo 5º) Las infracciones a lo dispuesto en esta ley serán penadas:
a) Con multa de 20 a 50 pesos moneda nacional por cada asiento que falte en las condiciones establecidas en los artículos 1 y 3.
b) Con multa de 100 pesos moneda nacional la infracción a lo dispuesto en el artículo 4.
c) Con multa de 100 a 500 pesos moneda nacional todo acto tendiente a impedir u obstaculizar la función de vigilancia de los inspectores. En caso de reincidencia, la multa será duplicada.
Autoridades de Aplicación.

Artículo 6º).- Serán autoridades competentes a los efectos del cumplimiento y aplicación de las disposiciones de la presente ley: En la Capital Federal, el Departamento Nacional del Trabajo. En los territorios nacionales, las municipalidades como agente del mismo. En las provincias, las que establezcan las disposiciones provinciales correspondientes. En lo que corresponda, la Dirección General de Ferrocarriles.
Procedimiento.

Artículo 7º) La aplicación de las penalidades establecidas en esta ley se efectuará en la Capital Federal y territorios nacionales de acuerdo a las disposiciones de la ley número 11.570. Ref. Normativas: Ley 11.570
Artículo 8º) Comuníquese al Poder Ejecutivo.
FIRMANTES:
PATRON COSTAS – FRESCO – Figueroa – González Bonorino

Hagamos un poco de Historia

Hace ya un siglo se promulgó la “LEY DE LA SILLA”, redactada por Alfredo Palacios en 1907 luego de una lucha continua y vanguardista de las trabajadoras anarquistas y socialistas (acompañadas por las tejedoras, alpargateras, trabajadoras del vestido, sombrereras, textiles y demás empleadas de comercio) que, por vez primera, salieron a las calles para proclamar por sus derechos. Esta ley obligaba al empleador a proveer de una silla o taburete con respaldo a sus empleados de todo rango.
De esa manera, la “Ley de la Silla” no es sólo un derecho de todos los trabajadores de la Argentina; es un hito de la participación femenina en la historia grande nuestro país. Es el resultado de la lucha de miles y miles de mujeres que, unidas, decidieron cambiar el mundo.

¿Se podría poner en tela de juicio, hoy en día, lo que ha dicho Alfredo Palacios hace ciento tres años años? Ver cómo retrocedemos día a día en nuestra lucha por hacer que se respeten las condiciones saludables de vida y laborables. De la misma manera, esa falta de conocimiento produce que, de tener silla, no la utilicen de la forma debida. La estación vertical prolongada acentúa las enfermedades del bajo vientre, sobre todo de la matriz, provoca el aborto, produce perturbaciones en la circulación y trae como consecuencia la debilidad y la anemia. El estado congestivo de los órganos abdominales obra principalmente sobre el útero, ocasionando desviaciones de consecuencias deplorables, y el aflujo de la sangre a los miembros inferiores trae enfermedades como las várices y flebitis. . .”.

La casa del olvido y la política que merece la pena recordar

 

La casa es alta. Y él está aquí. Está porque aquí están los libros, los cientos de libros que eran su tesoro. Una empalizada de hojas sostiene las paredes de ésta, que fue su última casa. Hay una enorme chimenea de mármol verde. Hay una foto de él junto a la chimenea. Levanta apenas la barbilla. Mira desde la altura sin ser alto. O sí.
Alfredo Palacios anda todavía por esta casa. Pero su verdadero legado no son estas paredes, ni esta biblioteca trepadora, ni el chambergo ese que lo acompañó desde siempre. Desde La Boca, el barrio donde fue un chico más y el barrio donde decidió no ser uno más, de grande. Por eso estudió Derecho. Por eso, apenas recibido, colgó en la puerta un cartel que decía: "Alfredo Palacios. Abogado. Atiende gratis a los pobres". Por eso, también, se hizo político. Y por eso, cuando resultó elegido y se convirtió en el primer diputado socialista de América latina, alguien dijo:"Ahora La Boca tiene dientes".
Y vaya si los tuvo. Los dientes, y las palabras para poner en leyes todo eso que otras bocas callaban. Por pequeño, por obvio, por insignificante. Justamente era eso lo que él veía: que lo importante es lo que habita en lo pequeño.
La ley 12.205/35 (conocida como la ley de la silla) es un buen ejemplo. Gracias a ella, miles de alpargateras, empleadas textiles, sombrereras y empleadas de comercio accedieron a un "privilegio" mínimo: contar en sus lugares de trabajo con una silla donde sentarse. ¿Una nadería? Seguramente. La vida de los comunes suele estar hecha de cosas así. De detalles que hacen un mundo de diferencia.
De las muchas normas que impulsó y redactó, hay una tan suya que hasta lleva su apellido. Es la 9143 -conocida como ley Palacios-, promulgada en 1913 y en la que se condensa como en ninguna otra ese fervor por iluminar lo invisible. Gracias a ella, la Argentina se convirtió en el primer país del mundo en aprobar una ley contra la trata de personas. Fijaba castigos no sólo para los rufianes sino para sus cómplices, y penaba con especial dureza la explotación sexual de menores. No por casualidad, en 1999 y durante la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Personas, se decidió consagrar el 23 de septiembre (día de la sanción de la ley Palacios) como el Día Internacional de la Lucha contra la Explotación Sexual y la Trata de Mujeres, Niñas y Niños.
Una silla y una cama. Una ley para garantizar un derecho tan básico como el de sentarse, y otra ley para impedir la esclavitud horizontal como destino. En el medio, mucho más que una figura con bigotes manubrio y chambergo oscuro: la convicción -colectiva, porque ningún sector político quedó fuera de ese debate- de que se necesitaba una ley, y una discusión parlamentaria histórica en la que 40 diputados de la talla de Lisandro de la Torre, Juan B. Justo, Arturo Bas y Carlos Saavedra Lamas, entre otros, hablaron por todos. Y como pocos. Releer hoy el diario de sesiones mueve -más que a la nostalgia- a algo parecido a la vergüenza. Alguna vez, en la Argentina, se pensaron leyes que inspiraron al mundo. "Tal vez si yo le digo, el pasado me devuelva lo perdido", dice la letra del hermoso Candombe del olvido. Pero quizá -y eso es lo que se respira aquí, en la casa alta y naufragada de letras- cambiar la historia no sea tanto un ejercicio de melancolía como de voluntad. De deseo -sincero deseo, auténtico deseo- de que alguna vez los comunes vuelvan a tener voz y dientes. A estar donde se hacen las leyes. Ahí donde la política despega del suelo, y alcanza esa condición luminosa y redentora que hoy, más que nunca, haríamos bien en recordar que alguna vez tuvo.

Por Fernanda Sandez 


LA NACION

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