Parto chino en casa china
Ailian era una mujer de suerte, pero era sobre todo y en primer lugar
una mujer inteligente. Cuando mi tía le posó las manos sobre la panza, Ailian sintió
una especie de energía. Mas tarde, le diría a quien quisiera escucharla que mi
tía tenia la mano de un gran general. En comparación, la vieja partera que
vociferaba en cuatro patas junto al orinal parecía un personaje cómico y
absurdo. Inspirada y motivada por el abordaje científico y el solemne aplomo de
mi tía, la parturienta Ailian finalmente vio la luz, tomo coraje, y el dolor
que desgarraba sus entrañas pareció aplacarse muchísimo. Dejo de llorar, obedeció
las ordenes de mi tía, copio los movimientos que le indicaba, y finalmente dio a
luz a aquel niño de nariz enorme.
Chen Ni nació, pero no respiraba, así que mi tía lo sostuvo cabeza
abajo, le dio unas palmaditas en el pecho y en la espalda, y recién entonces el
niño lanzo un grito parecido al maullido de un gato. Mi tía dijo: “¿Cómo puede
ser que este pequeño tenga una nariz tan grande? ¡Parece norteamericano!”. En
ese momento, su corazón rebosaba de felicidad, como un artesano frente a su
primera obra. El rostro exhausto de la parturienta se iluminó con una sonrisa
radiante. La tía siempre tuvo una fuerte conciencia de clase, pero cuando
tiraba de un niño por el canal de parto, olvidaba las luchas políticas, y la
satisfacción que experimentaba era un sentimiento humano, simple y puro.
Traducción: Jaime
Arrambide
Fragmento de Rana, el libro de
Mo Yan (Premio Nóbel Literatura 2012) que acaba de ser publicado en España.
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