lunes, 3 de septiembre de 2012

Drama en los 4 actos de comida familiar.

Desde que los humanos nos pusimos de pie, somos comensales sociales en el aumento de alimentarnos. Todas las culturas lo hacen con los preceptos de sus particulares evoluciones. La vida grupal familiar es un drama dentro de los cuales según cultura, cuatro los argentinos, tres casi todo el resto del mundo son encuentros de la comensalidad: desayuno, almuerzo, merienda y cena.
Generalmente en otros países merienda y cena se reúnen en una especial merienda compuesta. En nuestro actual país, tan urbano el, es que se consume tiempo para trabajar, la cena se transforma en el encuentro familiar, que en la actualidad compuesta por un 40% de jefas de familia mujeres.
El poco tiempo que pasamos con ellos suele ser a las corridas, y con muchos malos modos. Y esto se repite día tras día, se relaja un poco el fin de semana, pero re comienza el domingo a la tardecita.
Ver el valor incalculable de la hora de comer, probablemente el único momento que comparte toda la familia, y tenemos que estar muy atentos para no desperdiciarla. La comida no es sólo alimento del cuerpo, sino un lugar de encuentro al que todos deberían tener ganas de ir porque se sienten cómodos, pueden hablar y contar lo que se les ocurra sin sentirse (tan) criticados o juzgados. Un ligar en el que cada uno tenga su espacio para contar y aprenda a escuchar a los demás. Y donde, obviamente, también se aprende a comer bien, tomar bien los cubiertos, no hablar con la boca llena, sentarse derechos, ayudar a poner o levantar la mesa, cocinar o lavar los platos… Aunque no hace falta que los empachemos con todas esas recomendaciones juntas. Tenemos muchos años y muchas comidas para ir enseñando estos temas de a uno, confiando en nuestro ejemplo como aliado, sin esperar que coman como “señoritos ingleses” a los cuatro años, si nosotros no lo somos.
Por otro lado, si no los habituamos cuando son chiquitos a comer sin televisión, a conversar ese rato entre todos, si no convertimos la mesa en un lugar placentero, va a ser muy difícil lograrlo cuando sean más grandes. La comida puede ser una rutina aburrida o un ritual familiar lleno de significado. Al principio sólo para los adultos que fomentan ese encuentro, pero con el correr del tiempo los mismos chicos lo van a disfrutar, y a reclamar cuando no ocurre, y probablemente hagan lo mismo en sus casas cuando crezcan y tengan sus propias familias. Apaguemos la tele y los celulares, dejemos que atienda el contestador. Estemos atentos a que los temas de conversación sean de interés para todos y dejemos las charlas de trabajo o de temas complejos entre mamá y papá más tarde.
Por supuesto que podemos averiguar cómo les fue en el colegio, si les dieron el boletín o las notas de la prueba, por qué se pelearon los hermanos cuando mamá salió, o si lograron que los incluyan en el torneo de fútbol, pero la mesa no puede ser el lugar de careos y cuestionarios que terminan siendo persecutorios porque entonces ninguno tendrá ganas de ir.
Los chicos se irán acostumbrando a medida que crecen a quedarse hasta el final de la comida, no por obedecer a sus padres, sino por el placer de pasar un rato en familia. Recuerdo haber agregado a la comida de la noche el ritual del café cuando los chicos empezaron a crecer, un poco porque nos gustaba a los adultos, pero también para prolongar un rato la sobremesa y favorecer la charla entre todos.

Lic. Maritchu Seltún.
Modificaciones por el Dr. Jorge W. Díaz Walker.

No hay comentarios:

Publicar un comentario