Generalmente
en otros países merienda y cena se reúnen en una especial merienda compuesta. En
nuestro actual país, tan urbano el, es que se consume tiempo para trabajar, la
cena se transforma en el encuentro familiar, que en la actualidad compuesta por
un 40% de jefas de familia mujeres.
El poco
tiempo que pasamos con ellos suele ser a las corridas, y con muchos malos
modos. Y esto se repite día tras día, se relaja un poco el fin de semana, pero
re comienza el domingo a la tardecita.
Ver el
valor incalculable de la hora de comer, probablemente el único momento que
comparte toda la familia, y tenemos que estar muy atentos para no
desperdiciarla. La comida no es sólo alimento del cuerpo, sino un lugar de
encuentro al que todos deberían tener ganas de ir porque se sienten cómodos,
pueden hablar y contar lo que se les ocurra sin sentirse (tan) criticados o
juzgados. Un ligar en el que cada uno tenga su espacio para contar y aprenda a
escuchar a los demás. Y donde, obviamente, también se aprende a comer bien,
tomar bien los cubiertos, no hablar con la boca llena, sentarse derechos,
ayudar a poner o levantar la mesa, cocinar o lavar los platos… Aunque no hace
falta que los empachemos con todas esas recomendaciones juntas. Tenemos muchos
años y muchas comidas para ir enseñando estos temas de a uno, confiando en
nuestro ejemplo como aliado, sin esperar que coman como “señoritos ingleses” a
los cuatro años, si nosotros no lo somos.
Por otro
lado, si no los habituamos cuando son chiquitos a comer sin televisión, a
conversar ese rato entre todos, si no convertimos la mesa en un lugar
placentero, va a ser muy difícil lograrlo cuando sean más grandes. La comida
puede ser una rutina aburrida o un ritual familiar lleno de significado. Al principio
sólo para los adultos que fomentan ese encuentro, pero con el correr del tiempo
los mismos chicos lo van a disfrutar, y a reclamar cuando no ocurre, y
probablemente hagan lo mismo en sus casas cuando crezcan y tengan sus propias
familias. Apaguemos la tele y los celulares, dejemos que atienda el
contestador. Estemos atentos a que los temas de conversación sean de interés
para todos y dejemos las charlas de trabajo o de temas complejos entre mamá y
papá más tarde.
Por supuesto
que podemos averiguar cómo les fue en el colegio, si les dieron el boletín o
las notas de la prueba, por qué se pelearon los hermanos cuando mamá salió, o
si lograron que los incluyan en el torneo de fútbol, pero la mesa no puede ser
el lugar de careos y cuestionarios que terminan siendo persecutorios porque
entonces ninguno tendrá ganas de ir.
Los chicos
se irán acostumbrando a medida que crecen a quedarse hasta el final de la
comida, no por obedecer a sus padres, sino por el placer de pasar un rato en
familia. Recuerdo haber agregado a la comida de la noche el ritual del café
cuando los chicos empezaron a crecer, un poco porque nos gustaba a los adultos,
pero también para prolongar un rato la sobremesa y favorecer la charla entre
todos.
Lic.
Maritchu Seltún.
Modificaciones
por el Dr. Jorge W. Díaz Walker.
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